domingo, 24 de noviembre de 2013

unos tragos y un te extraño

Apenas salí y quise ir a buscarle. Es algo borroso, no sé exactamente donde estoy ni a donde precisamente quiero ir, sé que vive por alguna parte de esta ciudad y sólo pensaba que si camino por la calles podría encontrarle. Tal vez si consigo caminar firme nadie note mi desesperación y quizá si me ve y le digo todo lo que me he callado desde nuestro acuerdo entienda que nunca sale de mi cabeza, ni siquiera en estas noches en que salgo a “distraerme”.
Ya tengo 21 años y ahora estoy actuando como una niñita de 6, trato de mantener mi equilibro sobre la acera mientras discuto con mis amigas quienes intentan convencerme de regresar al lugar, no entienden que tengo que ir a buscarlo, que aún podría haber una oportunidad para lo nuestro, que nuestro acuerdo fue una estupidez, que si nos amamos todavía podemos intentarlo.
Llevo más de 3 meses discutiendo con mi mejor amiga, se queja por los hombres que mando a volar, tengo que admitirlo: son buenos candidatos,  pero es molesto salir con gente cuando no son él, ni siquiera se le acercan, no tienen su mala costumbre por limpiarse la boca con las manos, su manía de tomarse del pelo o su risa traviesa cuando sabe que hizo algo que no me agradará. Hablo de él como si no existiera nadie más y me cierro al conocer gente nueva, a lo mejor es verdad y soy muy testaruda o a lo mejor sólo estoy enamorada.
̶ ¡Dame mis llaves! ̶ Le exijo mientras me sujetan del brazo.
̶ Vamos adentro y te las doy, ¿por qué quieres irte? ̶  Me lo dice como si en verdad fuera a creer que me dará las llaves si vuelvo al bar.
¿Por qué quiero irme? ¿Qué no es claro? Cometimos un error, me separé de la única persona que me completaba, dejé ir a quien hacía de mis lunes viernes. Sí, era molesto, sí, discutíamos, sí, odiaba sus bromas, pero hoy es lo que más extraño, que esté aquí arremedándome y quejándose del cómo manejo mis tiempos entre a escuela, amigos y él.
̶ Lo necesito… Necesito verlo, quiero saber si él me piensa tanto como yo. ̶  No sonaron muy bien mis palabras, realmente tardé en acomodar mis ideas para pronunciar lo que quería decir.
Mi confesión no le agrado a nadie, ni a mi mejor amiga, ni a los amigos que nos acompañaban, mucho menos al “Sr. Egocéntrico” que me iba acompañando esa noche, pero ¿qué pueden saber ellos sobre necesitar a alguien? Ellos no saben lo que es estar en un lugar y querer tener su compañía, despertar y esperar ver sus ojos, oír el timbre y correr esperando a que esté ahí con unas lindas flores, contestar cada llamada aún cuando sabes que no será quien quieres escuchar, dejar la llave bajo el tapete por si decide volver. Es increíble como mantenemos la esperanza contra toda lógica, sabemos que no llegará pero aún así lo esperamos.
Me dicen que unos cuantos tragos más me ayudarán a olvidarlo, pero sé que será inútil. El alcohol en mí sólo me ayuda a tomar más valentía y el coraje que me hacía falta para atreverme a cometer todo atrevimiento que este amor me dicta. En mi coherencia sé que no es correcto ir y decirle que lo extraño y no digo nada, me obligo a callar, porque mi amor es así: prudente. Mejor dicho: cobarde.
̶ ¿En verdad quieres ir a verlo? ̶  Ella conoce la respuesta, pero necesita oírla de mí para poder rendirse a ayudarme.
̶ Dejo siempre una llave bajo el tapete por si decide regresar. ̶  Contesto apenada sabiendo lo patético que es esperarlo.
Como cualquier persona trato de seguir adelante, sigo con mi vida, pero llegan a mí momentos de debilidad, donde un comentario, un objeto o una simple mirada me hace recordarlo y volver a caer en ese vacío sin fondo, donde caigo y espero que en algún momento me rescate. Me pregunto constantemente “¿dónde está?” si éste es su lugar, aquí junto a mí, “¿por qué prometemos cosas?” quedaron tantas promesas por cumplir… Nunca he tenido problemas en controlar mis pensamientos, en hacerlo a un lado y seguir con mi día, pero nunca he podido controlar mis sentimientos.
Llegamos a su casa, él va de salida, mientras introduce las llaves a su carro se da cuenta de que le espero al otro lado de la calle. No deja de mirarme con sus ojos color miel –que tanto me encantan–, decido acercarme. Mientras doy mis primeros pasos noto que él sigue inmóvil, incluso considero la idea de que no se moverá, que él prefiere dejar las cosas como están, que haber venido fue un error. Me detengo, lo miro detenidamente, le muestro una pequeña sonrisa tratando de no llorar y continúo. Llego a mitad de la calle y él se decide por acercarse, deja las llaves en la puerta de su carro y el abrigo que traía en su brazo lo deja en el techo del mismo.
̶ Te necesitaba pero no sabía cómo decírtelo.̶  Fue lo primero y lo único que conseguí decir.
Dejé mis temores y lo dije, me mostré tan débil ante él y le di todo el poder de destruirme confiando en que no lo haría. No dijo nada, siguió inmóvil frente a mí, me tomaba de los brazos, de la cintura, de la cara, como si no pudiera creer que en verdad estuviera ahí. No sonreía, no lloraba, no decía nada y yo moría por dentro.
 ̶ Estás ebria. ̶  Dijo mientras apartaba su mirada de mí y se alejaba decidido a no mirar atrás.
Quizá si hubiera hablado antes, si no fuera tan cobarde… Tal vez debí sujetarlo y rogarle que se quedara… Pasó lo que tenía que pasar, no lo que quería que pasara. Uno es responsable de lo que dice, no de lo que entiendan los demás, pero es prisionero de todo lo que decide callar. unos tragos y un te extraño

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